lunes, 27 de enero de 2014

Antecedentes de la Universidad Nacional Autónoma de México durante el siglo XIX V

V

El siglo XIX marcó un nuevo ciclo dentro de la vida política, económica y cultural de México. Los procesos de independencia de principios de siglo llevaron a la conformación de la mayoría de los estados nacionales de América, solo con algunas excepciones, por ejemplo, Brasil, República Dominicana, Cuba que se independizarían más tarde. El siglo XIX o decimonónico estuvo marcado por los debates y pugnas entre los liberales y los conservadores, quienes basaban sus ideas en la política europea imperante en la época. Increíblemente y –como ya lo apuntaba Alexander von Humboldt durante su visita a América y a la Nueva España-, México era un candidato para optar por una Monarquía Constitucional. No estuvo nada errado en sus predicciones, pues efectivamente al término de la Independencia Agustín de Iturbide (quien ya había pactado con los Insurgentes) se erigió como Emperador del Primer Imperio Mexicano entre 1822-1823. Más tarde y al disolver el Congreso, en el que tampoco contaba con muchos amigos, Iturbide no pudo contener el Plan de Casa Mata, mismo que le daría el protagonismo a uno de los personajes más controvertidos del siglo XIX mexicano: Antonio López de Santa Anna (1794-1876) para derrocar al primer emperador.

Una década más tarde, Valentin Gómez Farías (1781-1858), presidente de México y de ideología liberal, y quien se alternó en varios periodos entre 1933 y 1934 la presidencia con Antonio López de Santa Anna, estaba decidido a sacar a la Iglesia de los temas de competencia civil, como por ejemplo, en el concerniente a la educación.

La Real y Pontificia Universidad de México se encontraba en manos de los elementos más conservadores y fanáticos del país, que detentaban el control de la educación y la cultura; preparaban y orientaban a la juventud en contra de los principios liberales y progresistas, constituyendo aquella institución el centro aristocrático de enseñanza de los sectores clericales y reaccionarios de la República, por lo que a ella no podían llegar fácilmente los jóvenes de la clase popular, carentes de recursos o de influencias.[1]

Por eso, el 21 de octubre de 1933  Gómez Farías suprimió la Real y Pontificia Universidad de México para crear la Dirección de Instrucción Pública, con esto daba un carácter público y científico a la educación en México y a los estudios medios y superiores. (Para más información sobre los reglamentos de la época ver aquí)

“Según la perspectiva de los liberales, en las universidades se impartían conocimientos poco útiles, además, siendo éstas controladas por el clero eran focos de oposición.”[2] Así y a pesar de la conformación de la Dirección de Instruccion Pública (la que más tarde sería nombrada como Secretaría de Educación Pública, SEP), las nuevas instituciones y recintos educativos sufrieron los embates de la época, por ejemplo, la intervención norteamericana, la pérdida  de casi medio territorio a manos de los estadounidenses, de la imposibilidad de poblar esos lejanos territorios y de leyes que aún no terminaban de forjarse cabalmente en el todavía naciente estado mexicano. Así, durante la primera mitad del siglo XIX la Universidad de México experimentó una serie de clausuras y reaperturas (1833, 1857, 1861) hasta que finalmente y durante el Segundo Imperio, bajo el gobierno de Maximiliano de Habsburgo se cerró definitivamente la Universidad el 30 de noviembre de 1867. La Universidad había caído en una crisis acerca de su misión, su forma de regirse y sobre todo era evidente la necesidad de una reestructuración. A partir de esto, la Dirección de Instrucción Pública estableció en el D.F., una serie de Escuelas Nacionales que suplirían los estudios anteriormente impartidos por la Universidad. De esta manera fue como se estableció la Escuela Nacional Preparatoria (Fundada en 1868), la cual fungiría como columna vertebral de la nueva organización educativa[3], basada en los ideales del positivismo francés de Augusto Comte, introducido en México por Gabino Barreda (1818-1881), quien impulsó el lema de “amor, orden y progreso”.  Paradójicamente la Universidad de México se mantuvo cerrada durante todo el porfiriato (1876-1880 y 1884-1910, si tomamos en cuenta el 20 de noviembre como inició de la fase revolucionaria o hasta 1911 cuando Díaz se embarcó a Francia) y fue precisamente a Porfirio Díaz quien el 22 de septiembre de 1910 –en medio de los festejos del Centenario de la Independencia de México y ya a la víspera de la Revolución Mexicana-, se le “ocurrió” reabrirla, no ya como Real y Pontificia Universidad de México, sino como Universidad Nacional de México. 
Pero, sobre este periodo y los antecedentes de la Universidad Nacional Autónoma de México les hablaremos en la próxima entrega.  

(¡Esperamos sus comentarios!)



La Universidad, durante el siglo XVIII y XIX, se mudó a las calles de Corregidora y Erasmo Castellanos y como podemos ver en la foto de arriba, en el patio de la Universidad se ubicó la famosa estatua "El Caballito", la cual hace alusión al rey Carlos IV de España, ¡ni más ni menos! Un símbolo ultra conservador si lo vemos con los ojos de la época y al mismo tiempo una excelsa obra de arte que ha sobrevivido a todos los vaivenes políticos mexicanos y a los restauradores...



[1] Ver “El laicicismo en la Historia de la Educación en México”, en:  http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/pedagogia/laicismo/2.html (24.01.2014)
[2] Cfr.  Márquez Carrillo, Jesús: “La educación pública Superior en México durante el siglo XIX”, en: http://biblioweb.tic.unam.mx/diccionario/htm/articulos/sec_28.htm (24.01.2014)
[3]Ver Marsiske, Renate: „La Universidad de México: Historia y Desarrollo”, p. 17, en: http://www.redalyc.org/pdf/869/86900802.pdf (24.01.2014)
*Foto: http://ciudadintima.blogspot.de/2013/07/la-antigua-universidad.html

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